sábado, 28 de mayo de 2011

El TESTIGO QUE COMPLICA A LA FEDERAL POR DECIR LA VERDAD

Presenció la tragedia de Pompeya hace cinco años, pero nunca había declarado ante la Justicia.
El viernes 17 de septiembre Luis Ríos llegaba a su casa, en Pompeya, manejando su camioneta. Eran las diez de la noche, la calle estaba oscura y lo único que quería era sacarse los zapatos y sentarse a comer con su familia. De las sombras apareció un coche blanco con vidrios polarizados que le impidió el paso. Se bajaron dos grandotes de más de cuarenta años y lo encararon. El de campera negra y chapa de la Policía Federal en el pecho, le dijo: “Ojo con lo que decís porque vas a terminar en el Riachuelo”. El otro remató la idea con una poco sutil amenaza: “Si seguís así vas a terminar con la boca llena de trapos”.
Ríos es un testigo clave de un hecho policial que en enero de 2005 ganó con letras de imprenta la atención del dispositivo mediático nacional: el caso Carrera.
Nada se supo del testigo, hasta que apareció en la última película de Enrique Piñeyro, estrenada un día antes de la amenaza a Ríos. En las imágenes de archivo se lo ve relatando los hechos que ahora confirma para Miradas al Sur: “Vi a un policía de civil disparar con una escopeta itaka contra el Peugeot blanco que dos cuadras más adelante desató la tragedia”. Sus palabras coinciden con la hipótesis planteada por la defensa de Carrera durante el juicio y expuesta con una precisión asombrosa en la película El Rati Horror Show: se trata de una causa armada por la Policía Federal en complicidad con funcionarios judiciales.
Tragedia en Pompeya. Los medios de comunicación, durante el verano de 2005, habían fogoneado la tragedia, llevada por estos días al cine, endulzándola con el potencial nombre de una novela negra argentina: La masacre de Pompeya. De un lado, un par de delincuentes que primero frenaron un colectivo para robarle a una pareja de bolivianos el fajo de dólares que habían retirado de un banco, y que al rato, asaltaron a un ex militar en la puerta de su casa. Del otro, una brigada de la comisaría 34, que recibió una alerta del comando radioeléctrico, a partir de la llamada del ex militar. Por lo menos tres coches sin identificación iniciaron una búsqueda descontrolada, con un único dato certero: el color y tamaño del coche en fuga. A pocos metros del Puente Alsina, parado frente a un semáforo, en dirección a Lanús, la brigada encontró una presa. Le cruzaron el coche y uno de ellos se asomó por la ventanilla, le apuntó con una Itaka, y apretó el gatillo. Luis Ríos no podía creer lo que estaba viendo.
El conductor del Peugeot 205, Fernando Ariel Carrera, salió despavorido pensando que lo querían asaltar, dobló y aceleró. Los policías de la brigada lo llenaron de plomo y una de las balas le atravesó la mandíbula. Carrera perdió el conocimiento y el 205, fuera de control, frente a la parroquia de Pompeya, se llevó por delante y mató a tres personas, entre ellos un nene de seis años, y terminó impactando contra una camioneta. Llegaron los autos de la brigada, se bajó la patota, y dispararon dieciocho plomos al cuerpo desmayado de Carrera. A los pocos minutos llegaron las cámaras de televisión. En ese momento aún flotaba en la conciencia colectiva la prédica de mano dura del falso ingeniero Blumberg y la gente quiso linchar al “delincuente” Carrera. Los medios les pusieron en la boca el micrófono.
Pasaría un tiempo hasta que Ríos se enterase que Carrera era un comerciante, sin antecedentes penales, padre de tres hijos, y que la policía había armado, para cubrirse, y con la complicidad de la Justicia, uno de los más escandalosos circos institucionales que se recuerden.
A los pocos días de la balacera y muerte en Pompeya, Carrera fue acusado de robo agravado y homicidio. Lo trasladaron al penal de Marcos Paz, donde hoy continúa preso. Durante las audiencias del debate oral, sus abogados desentrañaron una de las más tristes tradiciones de las fuerzas de seguridad de nuestro país: armar causas judiciales contra ciudadanos inocentes. Sin embargo, el 7 de junio de 2007 Carrera fue sentenciado a 30 años de prisión por robo y homicidio reiterado. Lo condenó el tribunal oral número 14, integrado por los jueces Hugo Cataldi, Beatriz Bistué de Soler y Rosa Lescano. Antes y después del juicio, Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, la Defensoría del Pueblo porteña y el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, entre otros, manifestaron su apoyo a Carrera y denunciaron la corrupción policial y la complicidad judicial.
Búsqueda desesperada. Aquella tarde, Ríos había dicho frente a la filmadora del programa Cámara Testigo, que se emitía por el canal América: “Todos estamos preocupados por la delincuencia, y algo hay que hacer, pero la policía no puede reaccionar de esta manera, tienen que profesionalizarse, por acá transita mucha gente y no se puede poner en riesgo la vida de tantos inocentes”. La imagen no salió al aire pero todos los crudos del programa fueron rescatados por el periodista Pablo Galfre, ideólogo original del documental sobre el caso, que se las entregó a Piñeyro. El director de cine revisó esas grabaciones y descubrió este testimonio días antes de exhibir la película en el festival Bafici, en abril de este año. Después lo agregó y a partir de ahí comenzó la búsqueda de Ríos.
El martes 14 de septiembre se pasó la película en la facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y un dirigente del Movimiento de Trabajadores Excluidos lo reconoció y se lo comentó al abogado de Carrera, Federico Ravina. Así, se pusieron en contacto con él. “Y apenas nos enteramos de las amenazas acompañé a Ríos a la Defensoría del Pueblo para hacer la denuncia”, comentó Ravina aMiradas al Sur.
Hoy, Ríos denunció también que la noche del lunes último, mientras tomaba un café en La Blanqueada, en Pompeya, vio merodeando en la puerta a los dos mismos hombres que lo habían amenazado la noche del viernes. La Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires recibió la denuncia de Ríos, y de manera inmediata puso en conocimiento a la jefatura de Gabinete de la Nación, al ministro de Justicia de la Nación, al jefe de la Policía Federal y al procurador general para que tomen intervención en el caso.
No parece haber cambiado mucho en la comisaría 34. La brigada sigue profundizando su doctrina de “prevención y persecución del delito”. Los vecinos denuncian que la patota sigue operando con impunidad, arriba del mismo Peugeot con el que apretaron a Ríos el viernes por la noche. En esa misma dependencia cumplían funciones los agentes que tiraron al riachuelo a Ezequiel Demonty, en el año 2002.
Ríos es un histórico militante social de su barrio. Forma parte de la Cooperativa de Transportes Pompeya, y preside el Movimiento Vecinal Peronista del barrio. “Vivo al día”, le resumió a Miradas al Sur. A la mañana maneja un flete y a la tarde trabaja en un estudio jurídico. Tiene dos hijos.
La causa llegó hace pocos meses a la Corte Suprema de Justicia, después de que la condena fuera confirmada por la Cámara Nacional de Casación Penal. La Procuración General de la Nación opinó hace pocos meses que la condena debe confirmarse. Pero los jueces de la Corte Suprema ahora tienen en sus despachos la película y en Pompeya a  Luis Ríos que es un viejo militante barrial del FPV.

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